Santiago JM Del Pozo Donoso
Director Escuela de Ingeniería en Prevención de Riesgos y Medio Ambiente. Universidad Miguel de Cervantes
La lucha contra el cambio climático supone un cambio de conducta traducido en la participación de todas las personas en acciones y actividades que permite lograr ahorros, eficiencias y generación de nuevos recursos. Para lograr este efecto las personas tienen que entender en que consiste el Cambio Climático y la importancia de combatirlo. Por qué tendríamos que ahorrar energía, plantar árboles o al menos cuidar a los que ya existen, emitir menos CO2, no utilizar combustibles fósiles, generar menos basura, reciclar, entre otras tantas nuevas conductas que son promovidas?
Para avanzar en esa línea es necesario desmitificar el cambio climático, del cual solo sabemos que produce grandes tornados y tormentas, que se calienta la atmósfera, que se derriten los hielos, que se pierde el hábitat de los osos polares, que en algunos lugares se producen sequías, que se derriten los glaciares. Pero, ¿cual es la relación de todo aquello con nuestra vida cotidiana? Un primer esfuerzo radica en poner el problema del cambio climático en perspectiva.
Diremos que el cambio climático no es un fenómeno nuevo. Aunque esta aseveración sorprenda, es necesario ordenar la información que tenemos al respecto. Sabemos que hace miles de años habían mamut que vivían en zonas con mucho hielo, que América fue poblada por pueblos que cruzaron a través de un congelado Estrecho de Bering. Inclusive sabemos que Canaán, la Tierra Prometida que Dios comprometió a Moisés, lugar donde manaba leche y miel, es desde hace mucho una zona desértica. Estas evidencias nos señalan que varios miles de años atrás, la tierra era mucho más fría y húmeda de lo que es en la actualidad. Revisemos más evidencias.
En Chile se han encontrado restos de mastodonte en Tagua Tagua, VI Región, en Quebrada de Ramón, comuna de La Reina, Región Metropolitana, en Monte Verde, Provincia de LLanquihue, Región de Los Lagos y en la comuna de Padre Hurtado, también en la Región Metropolitana. Estos hallazgos nos hablan de un período anterior caracterizado por frío intenso. Otro antecedentes, aunque de distinta naturaleza radica en la presencia de Bloques Erráticos en los valles de la zona central de Chile. Se llama así a grandes piedras que cayeron sobre el hielo de los glaciares, los que fueron trasladados por el hielo en movimiento a kilómetros de su lugar de origen. Las morrenas también son indicadores de la extensión de los glaciares. Es posible deducir que en el pasado los glaciares eran mucho más extensos y de mayor tamaño, siendo su pérdida un proceso que se arrastra también por miles de años.
Son numerosas las fotos del siglo pasado que comparadas con imágenes actuales de los mismos lugares nos muestran el retroceso de los glaciares. Ciertamente una imagen habla más que mil palabras, aunque éstas estén contenidas en numerosos estudios científicos.
Otros antecedentes señalan en que la última recarga de las napas del Desierto de Atacama ocurrió hace 7.000 años a.p.[1]; que hace 3.700 años a.p., los primeros habitantes de Chile Central abandonaron el sitio arqueológico de Tagua Tagua, ubicado en la actual comuna de San Vicente, a 54 kilómetros de Rancagua[2] y que alrededor de 400 años después de que Tagua Tagua dejara de ser habitable, el pueblo de Israel comenzaba su éxodo hacia la Tierra Prometida[3], época en que Canaán era un territorio fértil y productivo. Estos antecedentes nos muestran también el proceso de aridización que ha venido afectando al planeta desde hace miles de años.
Cuando pensamos en el oriente medio de la actualidad, se nos viene a la memoria la imagen de un desierto, donde países como Siria, Irán y Turquía presentan clima árido. Sin embargo se han encontrado diversas otras evidencias que señalan que en épocas pretéritas el clima de éstas zonas fue mucho más benigno, donde destaca las excavaciones que se realizan en Globekli Tepe, sitio arqueológico ubicado al sur de Turquía, del que recién se estudia el primer nivel de un total de siete, el que muestra registro de abundante y variada fauna, lo que indica que en épocas pretéritas el clima fue más benigno en aquellas latitudes. No podría explicarse de otra forma el que en esas mismas regiones fuera donde surgieron las primeras culturas y grandes ciudades registradas en la historia de la humanidad: Ur, Nínive, Sumeria y Babilonia.
Son diversas las disciplinas que estudian el pasado aportando datos que permiten reconstruir, entre otros aspectos, el clima del planeta. Ya hemos revisado antecedentes que provienen de la geología, antropología, literatura, fotografía. Pero hay más disciplinas que mencionar, tales como la dendrocronología, la palinología, sedimentología que es parte de la geología y especialmente la glaciología que estudia los núcleos de hielo. También estudian el clima la espeleología que analiza estalactitas y estalagmitas, la geología que estudia avances y retrocesos de glaciares y la ecología que estudia el comportamiento de las poblaciones vegetales, su dinámica y la relación entre sus comunidades. Por supuesto que no se nos puede quedar atrás la climatología, disciplina que se nutre de todos los antecedentes que provean las otras disciplinas señaladas para contrastar y corroborar sus hallazgos
Son numerosos los antecedentes de los que se dispone, pudiéndose señalar que luego del Último Máximo Galcial ocurrido hace 20.000 años a.p., la insolación en el hemisferio norte alcanzó un máximo al inicio del Holoceno. En este período aumentó la humedad en el África sahariana y saheliana. En Asia, durante la primera mitad del Holoceno, los desiertos de Arabia y de Rajasthan conocieron también períodos mas húmedos, situación de la que no estuvo ajeno el Desierto de Atacama[4]. A diferencia de lo que se pensaba hasta hace muy poco, la zona tropical del planeta no fue cubierta por los hielos, desarrollándose allí durante toda la última glaciación una gran actividad humana. Ya mencionamos a Gobekli Tepe, ubicado al sur de la actual Turquía y cerca del límite con Siria, que fue construido en su parte superior hace 12.500 años. Esta datación es muy importante ya que es más antigua que todos los hallazgos realizados con anterioridad[5]. Este complejo monumental se constituye en una prueba fehaciente de que a inicios del Holoceno el clima en las zonas ecuatoriales del planeta era lluvioso y con temperaturas cálidas, lo que permitía soportar una fauna diversa y abundante[6]. Están también los datos provenientes de Monte Verde y nuevos estudios de origen genético.
El mundo científico ha calculado que en promedio en los últimos 10.000 años la temperatura del planeta se ha incrementado en 1° cada 1.000 años. Este proceso se ha acelerado en los últimos 100 años producto de la actividad humana, principalmente por la deforestación, traducida en que en los últimos 8.000 años se ha eliminado la mitad de los bosques del planeta, en las emisiones de CO2 producto del consumo de combustibles fósiles y la emisión de calor de los proyectos industriales y sistemas de refrigeración que entregan calor radiante a la atmósfera.
No se puede esperar entonces que el esperado cambio de conductas que debe producirse, que es el centro de la lucha contra el cambio climático, se refleje solo en la prohibición de realizar ciertas actividades. Es necesario que las personas, las empresas, los gobiernos actúen proactivamente. No basta con no deforestar, es necesario reponer los bosques nativos que han sido diezmados. No basta con ahorrar electricidad, es necesario comenzar a generarla. No basta con reciclar, es necesario dejar de consumir en exceso. No basta con plantar árboles en las ciudades, es necesario cuidarlos y protegerlos. No basta con no generar gases de efecto invernadero, es necesario realizar acciones que promuevan los sumideros de carbono.
Quizás la mayor consecuencia del cambio climático sea el que lleguemos a hacernos responsables de lo que hacemos y dejamos de hacer a la naturaleza.
[1] Vargas y Ortlieb. 1998. Patrones de variaciones climáticas durante el cuaternario tardío en la costa de la región de Antofagasta, Chile.
[2] Luis E. Cornejo Bustamante. El país de los grandes Valles.
[3] La Biblia Latinoaméricana. 2005. Pg. 60.
[4] Uriarte. 2010. Historia del Clima de la Tierra; Nuñez y Grosjean. 1994. Cambios ambientales pleistoceno-holocénicos: Ocupación humana y uso de recursos en la Puna de Atacama (norte de Chile)
[5] Mann. 2011. Göbekli Tepe: el nacimiento de la religión
[6] Del Pozo, S. 2015. Cambios en el Clima desde el Último Máximo Glacial. http://cambiosclimachile.blogspot.cl/
Por Santiago JM Del Pozo Donoso